La verdad es que jamás pensé, en aquellas primeras semanas en las que prácticamente vivía solo para la lactancia, que llegaría a echar de menos esas tomas apachorradas y tranquilas, de succionar lento y leve, como un aleteo sin fuerza, y de dormirse una y otra vez al poco de comenzar. Mi Monstruito era de esos bebés que hacían tomas siempre más cercanas a los 60 minutos que a los 45, muchas de más de 1 hora, y que al poco rato de haberse desenganchado ya estaban reclamando más, por lo que incluso sacar tiempo para algo tan básico como comer o ducharme se convertía en una odisea, y no pocas veces mi pareja me acercó comida a la boca mientras yo alimentaba al bebé. La niña vivía pegada a mi pecho de forma a veces un tanto desesperante, al menos durante el día, y había que lidiar no solo con el hecho de que estaba un tanto absorbida y muy muy cansada (agotada en extremo, diría yo), sino con esos comentarios del entorno del tipo “no puede ser que vuelva a tener hambre, si acaba de comer”. Aquí podéis ver mi cara de agotamiento extremo, pálida, ojerosa e hinchada (normalmente no me parezco tanto a un fantasma, os lo prometo):
Y cuando ya con los 3 meses cumplidos, leía en foros que había bebés con esa edad que hacían las tomas de 10 minutos por pecho o menos, casi no me lo podía creer. No sé la de veces que le habré dicho a su padre: “Si hiciera tomas de 15 minutos por cada pecho yo ya me conformaría”.
Pues bien, ahora que mi bebé acaba de cumplir 5 meses, no solo ha alcanzado esa meta sino que la ha superado ampliamente. Tan ampliamente que ahora las mismas personas que se escandalizaban porque tardaba mucho, ahora exclaman: “¿Ya está? Si no puede haber comido…”, y yo me veo en la obligación de justificarme una vez más y decir que sí, que ya está, que cualquiera intenta meterle a la niña la teta en la boca cuando ella ha decidido que ya no quiere más (que digo yo, que si ya no quiere más será que ya está llena). Pero lo cierto es que me choca incluso a mí, que hace tonas de 4 minutos en cada pecho, y otras veces ¡incluso menos! Es alucinante, ni yo me lo creo… eso sí, succiona con una fuerza y una velocidad de vértigo. Aún así me cuesta hacerme a la idea de que saca bastante cantidad en tan poco tiempo, pero así será porque incluso cuando está 3 minutos por pecho tarda al menos 2 horas en volver a tener hambre, y eso que yo, un tanto obsesionada con el “a ver si está comiendo poco” le ofrezco el pecho a la menos ocasión, sin dejar que dé muestra alguna de hambre (y muchas veces me dice con bastante claridad que va a volver a comer mi tía Rita, se pone hecha una fiera). Esto, unido al hecho de que ahora los pechos están siempre más bien blandos, y que ya no duelen ni están tirantes aunque pase muchas horas sin mamar, hace que esté un poco en estado de shock. ¿Dónde quedan aquellas tomas largas, apretadita contra mi pecho como si fuese el lugar más dulce y cálido del mundo? ¿Es que ya no está a gustito en el pecho de mamá ni es su chupete preferido?
Ahora solo de madrugada, cuando está medio dormida y reclama su toma, o está directamente tumbada a mi lado y va comiendo cada vez que se acuerda, se permite comer más tranquila y relajada y prolongar un poco el tiempo que le dedica a su tetita, pegadita a mí, las dos tan calentitas.
Me veo venir que en el futuro estaré queriendo destetar y después, cuando destete, me moriré de la pena. Esto de ser madre es un camino lleno de contradicciones.