Bueno, como veis llevo mucho tiempo sin escribir. Me acordaba mucho del blog y a cada novedad que me ocurría relacionada con la maternidad, con los progresos de mi hija o de mi nueva (y para siempre) condición de madre tenía muchas ganas de escribir una entrada para contaros cositas, pero me ha sido imposible hasta ahora.
El motivo es que en el mes de noviembre empecé a trabajar todas las tardes y alguna mañana. Llegaba tarde a casa, con el tiempo justo para darle a la niña su toma de pecho de después de cenar y a dormir. Por la mañana, con ella por casa deambulando, justo me venía si conseguía hacer alguna tarea doméstica mientras la cuidaba. Si a eso le sumamos que el trabajo era de profesora y tenía que preparar muchos materiales, ejercicios resueltos, exámenes, etc., pues el poco tiempo libre que me quedaba cuando por la noche se dormía, o cuando había suerte y seguía durmiendo después de que yo me levantara, era para esas tareas. Luego dicen que los profes viven muy bien, eso serán los malos profesores, ¡pues no hay que trabajar nada en casa para ser un profesor en condiciones!
Así que estando en esas, como veis, pocas posibilidades he tenido de dejarme leer por aquí, y lo echaba muchísimo de menos. En este tiempo, mi hija ha ampliado su vocabulario considerablemente, ha aprendido a caminar… Y yo ahí, sin contar al detalle ninguno de sus progresos (y de sus involuciones, que también ha habido alguna). Pero bueno, como estaba ejerciendo únicamente una sustitución y finalmente la persona a la que sustituía ya está en condiciones de reincorporarse, en enero estaré libre y podré dejarme ver más por aquí. Así que ya veis, no hay mal que por bien no venga, me quedo sin trabajo por cuenta ajena pero puedo estar nuevamente con la niña durante más tiempo, ¡y con vosotras!
Compaginar trabajo y maternidad: la manida conciliación familiar
Como ya sabréis si habéis leído este blog con asiduidad, yo no había trabajado por cuenta ajena desde que nació mi hija. Me había dedicado únicamente a trabajar desde casa en tareas principalmente relacionadas con el mundo de la edición y la educación y otros proyectos personales. Eso me ponía en una situación muy buena por una lado, y no tan buena por otro. La buena, estar mucho más tiempo con mi hija, no tener que enfrentarme al duro trance de incorporarme a un puesto de trabajo cuando mi hija contaba con 16 semanas de vida (¡16 semanas! ¿Qué demonios hace una cría de 16 semanas, más dependiente que ningún otro mamífero, separada de su madre?). Algunas madres, al menos, tienen la tranquilidad de poder dejar al bebé con una abuela o alguien de confianza, pero otras tienen que conformarse con dejar a un bebé que no llega a 4 meses en una guardería, donde los cuidan bien, claro, pero no deja de ser un sucedáneo.
Sé que muchas de vosotras habéis pasado por ello y lo habéis pasado realmente mal, e imagino que es terrible, de modo que por ese lado yo he sido afortunada y os mando todo mi apoyo. Por otra parte, también es muy duro estar todo el día con un bebé tan absorbente como mi hija y tener que hacer cosas ineludibles, saber que “eso tendría que estar ya hecho” pero ni lo está ni lo estará en mucho rato porque en ese momento la niña tiene que comer, o hay que intentar dormirla (tarea siempre bastante ardua, por eso pongo “intentar”) o simplemente quiere estar en bracitos o probando a meter los dedos en un enchufe. Es complicado, muy complicado, y por tanto estresante.
También es bonito pasar con ella tanto tiempo, siento que crece muy deprisa y que así aprovecho más cada momento y que el día de mañana, cuando vuele de nuestro lado, lo agradeceré mucho, pero al final te das cuenta de que apenas te arreglas, te pones siempre la primera ropa que encuentras en el armario y te relacionas muy poco con adultos. Cuando tu pareja llega a casa, el poco tiempo que tenéis para hablar se dedica en su mayor parte a hablar de la niña. Qué ha hecho, cómo ha comido, qué tal se ha portado. Tu tiempo se reparte entre estar con la niña y rellenar los pocos huecos que la niña te deja intentando sacar un trabajo medianamente decente, repitiéndote constantemente que tienes la casa hecha un auténtico desastres y deberías limpiarla (y por tanto también tienes hecha un desastre el alma, según los japoneses).
Así que, en este sentido, empezar a trabajar por cuenta ajena había sido, en cierto modo, un soplo de aire fresco. Me he relacionado con otros adultos, he sentido que tenía un espacio en el que no podía pensar en nada estresante (cuando doy una clase me concentro tanto que únicamente puedo pensar en la clase que estoy dando, ventajas de mi más que probable Asperger, supongo), me veía obligada a cuidar más mi aspecto… En fin, todo ello cosas que me han sentado muy bien al ánimo y que sin embargo no habría hecho de no haber estado obligada a ello.
Como contrapartida, mi hija no ha estado mejor porque yo me haya sentido más realizada socialmente como adulta… La pobre no lo ha pasado bien, y eso que no hemos estado separadas tanto tiempo, pero lo ha notado muchísimo. Cuando yo llegaba a casa, incluso algunos días se ponía a llorar al verme y ya se quedaba pegada a mí, en plan lapa, y eso a pesar de haberlo pasado súper bien con los abuelos o con su padre. Es como si se diese cuenta de lo mucho que me echaba de menos justo en el momento de verme, y yo me sentía fatal, porque era como si estar conmigo le hiciera más mal que bien (sé que es un pensamiento absurdo, pero pasaba por mi mente). Todo el mundo me decía lo mismo: “pues hasta que has llegado estaba la mar de bien”, pero mi pobre chiquitita echaba de menos a su madre tanto que por las noches ha sido un poco agobiante. Pegadita a mí, muy pegadita, mamando más a menudo de lo normal y sin querer que la cogiera su padre, solo yo, y muy cerca, y que no me fuese a mover que me agarraba fuerte con la mano. Incluso si la separaba de mí veinte centímetros para poder colocarme mejor se ponía a llorar, cosa muy rara en ella. Es un poco incómodo dormir así, por lo que ha habido muchas noches que no he pegado ojo y su padre no ha podido ayudarme. Qué pena de chiquitines, lo mucho que nos echan de menos y nos necesitan, están gobernados por el instinto y no saben nada del mundo complicado que nos hemos montado los adultos. No voy a caer en el error de pensar que ella hace “cuento” para “dar pena” como he oído decir a algunas personas… Ella lo ha pasado mal de verdad, ha echado en falta cada hora que no ha pasado conmigo y eso hay que respetarlo, respetar su sufrimiento y entenderlo es la única forma de actuar con paciencia para calmarlo y, aunque ha sido muy duro para mi descanso, he satisfecho su necesidad constante de contacto con mamá, y ahora que ya no estoy trabajando la situación se ha normalizado y vuelve a dormir muy bien sin rechistar en su cuna colecho, al lado de la nuestra, la mayoría de las noches
En fin, se nota que llevaba mucho sin escribir, ¿verdad? ¡Vaya rollo que os he soltado, pobres de vosotras! Más que una entrada parece el monólogo interior de una madre un poco desequilibrada :) ¡Un abrazo enorme a todas!