Desde muy, muy pequeña, soy una máquina perfecta y bien engrasada de estudiar; no hay nada que se me dé mejor, de hecho creo que no hay ninguna otra cosa que se me dé bien. Tal vez tras leer estas frases así, de pronto, penséis que es soberbia o falta de modestia por mi parte, pero no, no lo digo como algo positivo sino todo lo contrario. Me pasé mi infancia aprendiendo a sacar buenas notas (que no significa aprendiendo a secas): esforzarme con el dibujito de turno, porque puntuaba, escribir con buena letra, asegurarme de que respondería en el examen lo que el profesor quería que respondiera, aunque hubiera enviado la información al baúl de los recuerdos para siempre al día siguiente de haberme examinado (qué digo al día siguiente, ¡al minuto siguiente!). Por eso digo que soy una máquina de estudiar: memorizo, me examino, olvido.
No es que quiera menospreciar de un plumazo lo que aprendí en el colegio, sí que aprendí, mucho, quizá más subconsciente que consciente. Basta comparar mis conocimientos o los de mi hermano con los de mis padres, que no fueron al colegio y a duras penas escriben. Lo que quiero decir es que tampoco hacía falta que no hiciese nada más en la vida, que todo eso fuese taaaaan importante como para no haber aprendido otras cosas que tal vez debería haber aprendido. Como era buena estudiante, no se me exigía nada más. A consecuencia de ello soy una calamidad en cualquier otra cosa (a ver, no es que mis habilidades innatas fuesen muy impresionantes, pero algo se podrían haber potenciado, digo yo). No se me dan bien las tareas domésticas, ni cocinar, ni un deporte, ni organizar un evento, ni pensar en los detalles… Cuando necesito una inyección de moral me apunto a algún curso y vuelvo a sentirme como en casa :’D
Lo que quiero decir con todo este rollo que os he soltado (ahora, como preparo oposiciones, tengo otra vez muy presente el tema de los estudios) es que he estado reflexionando y no quiero que a mi hija le pase lo mismo. Claro que me gustará que sea buena estudiante, que sea responsable y que no se dedique a suspender asignaturas, pero hay vida más allá del colegio. No quiero que no tenga tiempo de hacer nada más en toda la tarde, y así todas las tardes, hasta que se haga adulta y piense que la mayor parte de las cosas que le obligaron a hacer las olvidó casi de forma inmediata. Simplemente intentaré que desarrolle más habilidades, otras cosas que le servirán en el futuro en su vida, como la capacidad de organización o el aprender por simple curiosidad, por disfrutar, más que por demostrar.
Antes de tener hijos pensaba que para mí sería vital que fuesen buenos estudiantes, que llevaría muy mal el hecho de que no sacaran muy buenas notas. Ahora que tengo a mi hija aquí lo veo tan distinto… He cambiado el punto de vista porque, cuando tu hijo está a tu lado, lo único que te importa de verdad es que sea feliz. Y dudo que las máquinas de estudiar sean más felices que los humanos, normales y corrientes, que entre otras cosas también estudian.