La verdad es que hasta ahora no había tenido casi ocasión de darme cuenta de que mis horarios para quedar con alguien estaban tocados de muerte, porque básicamente no quedaba. Como ya os comenté en otra entrada no me gusta dar el pecho en público, y mi enana, hasta hace un par de meses, pedía muchísimo, así que casi no me movía de mi casa o de casa de las abuelas. Ahora que ya hace tomas más cortas y espaciadas y que puede tomar otros alimentos ya no tengo miedo de que le pegue el hambre repentina en cualquier lugar: si tengo tiempo de regresar a casa ya es capaz de aguantar el hambre un ratito sin llorar, entreteniéndose con otras cosas, y si no tengo tiempo de llegar siempre le puedo dar algo de fruta en el alimentador, un potito o una galletita sin gluten. Esto ha supuesto para mí una liberación, ya no me siento tan atada, de modo que desde hace algo más de un mes ya estamos preparadas para ir a más sitios.
La puntualidad en persona. Federido Romero. Flickr.
Así que el viernes pasado quedé con las otras mamás del grupo de preparación al parto para tomar algo y comentar cosas sobre nuestros bebés; yo estaba contenta, porque me apetecía tener un poco de vida social y a la anterior quedada no había podido asistir. Habíamos quedado a las 17:30 en un centro comercial y yo estaba preparadísima desde tiempos inmemoriales. Pero mi pequeñaja, la de las siestas de media hora durante el día, llevaba durmiendo bastante más de 1 hora para las 17:30 y no se despertó hasta las 17:40. Ahí ya empezó funcionando la ley de Murphy: si quiero que duerma más de media hora, basta que la siesta sea inoportuna y dormirá hora y media. Una vez que se despertó, claro, no nos podíamos ir corriendo, hubo que merendar porque tenía mucha hambre: otros 20 minutos más. Y cuando casi salíamos por la puerta hubo un cambio de pañal accidentado: otros 10 minutos más. Luego, bajar los trastos, desmontar el carro, colocarlo a modo de puzzle en el maletero de mi minicoche, desplazarnos hasta el lugar de la quedada… Total, que cuando llegué tenía hasta miedo de que ya no estuvieran allí, ¡1 hora tarde! Yo, que siempre he sido bastante puntual, llegar tarde… y no 5 minutos, ni 10… ¡60! Y no fui la única: otra mamá acababa de llegar cuando yo llegué (aunque fui la última, eso sí).
Y no ha sido la única vez. Hará cosa de un mes, para Sant Jordi, “fuimos” a la firma de libros de un amigo y para cuando llegamos ya se había acabado el evento.
Ya veis, al menos para mí, la maternidad y la puntualidad son cosas que están muy, muy lejos la una de la otra.
Siempre he sospechado que salir con niños era más complicado que sin ellos, claro, jajaja, ¡pero tanto! Espero que esto sea fruto de mi inexperiencia y que, poco a poco, me vaya organizando mejor para volver a llegar puntual a los sitios si no quiero convertirme en una de esas personas a las que les dicen: “Hemos quedado a las 16:30”, cuando en realidad ha sido una hora después. En fin, vicisitudes de la maternidad…
¿Y vosotras cómo lleváis el tema de llegar puntuales a los sitios? ¿Tenéis algún truco especial para conseguirlo?
¡Un abrazo!