Aprendiendo de nuestro ejemplo cotidiano

Siempre he leído eso de que los niños aprenden por imitación y he tenido ocasión de verlo a mi alrededor con frecuencia, en los hijos más mayorcitos de otras personas, para lo bueno y para lo malo. Recuerdo una vez, hace ya mucho, que oí a un niño de unos dos años gritarle a su madre en mitad de Carrefour: “¡Tú cállate, h… de p…!”, mientras la madre, ¡se reía! Está claro que esto lo había aprendido porque lo había visto en su entorno familiar y que la madre decidió tomárselo a risa o como una travesura del niño, mira qué rico mi niño y qué cosas tiene, una joya el día de mañana.

Sin embargo, confieso que nunca pensé que esto del aprendizaje por imitación fuese también válido en un bebé tan pequeño como mi hija, que acaba de cumplir 10 meses. Hace tan poco que empieza a interaccionar con mayor intensidad que, hasta ahora, es fácil creer que el bebé es una especie de ser que está presente sin enterarse demasiado de la película: nada más lejos de la realidad. Una cosa es que no pueda recordar en el futuro o que no sea capaz de expresar lo que piensa o siente como lo expresamos nosotros (sino llorando, o protestando, o riendo, y la interpretación queda de nuestra mano) y otra cosa es que todos los estímulos que recibe, prácticamente desde que está en el útero materno, no le afecten. Todo lo que ocurre a su alrededor le cambia, le crea incluso, y le deja una huella inconsciente en su desarrollo.

En las últimas semanas mi hija ha empezado a hacer cosas que no le hemos enseñado expresamente, sino que nos ha visto hacer. y nos ha sorprendido repitiéndolas: por ejemplo, cogió el peine en un descuido mío y se puso a peinarse; también hace mucho tiempo que se frota la crema con las dos manitas por el torso después de la ducha y, más recientemente, el pescadito termómetro con el que medimos la temperatura del baño, que hasta hace nada solo le interesaba a modo de mordedor, lo coge y lo sumerge sin parar, lo deja sumergido en el fondo de la bañera tal y como nos ve hacer a nosotros cuando comprobamos la temperatura, y ese es su juego durante todo el baño.

Seguro que me dejo algunas cosas de las que imita porque cada día nos sorprende con algo nuevo, pero no es mi intención hacer un listado exhaustivo de sus avances en mímesis sino simplemente notar eso, que un bebé te está viendo todo el tiempo, incluso cuando crees que no te está prestando atención. Ve lo que dices y lo que no dices, y ve más de tu comportamiento que de tus palabras, que a veces le quedan muy lejos porque está por en medio la barrera de la incomprensión.

Hace unos días compartí en Facebook este vídeo de una campaña que está muy bien, “Children see, children do”:

No obstante, el vídeo se centra en los malos hábitos y en la violencia. Yo preferiría centrarme en lo positivo. Esto es lo que yo me he dicho a mí misma y me he propuesto cumplir o al menos esforzarme siempre que pueda por conseguirlo:

– Si quieres que tu hijo sea amable y educado con los demás, sé amable con él y con aquellos que te rodean, tanto familiares como extraños.

– Si quieres que tu hijo diga por favor y gracias, di por favor y gracias. A él también. Que sea un niño y consideremos que debe obedecer no hace que tengamos que perder las normas de la buena educación o ser padres autoritarios, de esos del porque yo lo digo y punto: “Por favor, cariño, recoge tus juguetes” o “Gracias por recoger tus juguetes” son frases que están muy bien, ¿no?

– Si quieres que tu hijo lea, lee delante de él, lee con él, disfruta de la lectura y que él te vea disfrutar de ella.

– Si quieres que tu hijo no se pase el día pegado a la televisión, a la tablet o al teléfono móvil limítale el tiempo de exposición, pero también limítatelo a ti mismo delante de él. ¿De qué sirve decirle que no puede usar el móvil, o no lo puede usar tanto, si para nosotros es como una prolongación de nuestra mano y nos pasamos el día mirando Twitter o enviando Whatsapps delante de él? Yo delante de la niña lo uso únicamente para algo imprescindible y procurando que ni lo vea. Lo que pasa es que he visto que hoy en día muchos padres lo toman como la alternativa cómoda cuando van con el niño por ahí, nada más sentarse a la mesa de un restaurante, tablet o móvil y a ver dibujos para que no moleste y así la comida entera (grrrr).

– Si quieres que tu hijo tenga una relación de pareja sana en el futuro, respeta a tu pareja, háblale bien, tomad las decisiones de forma consensuada, no discutáis delante del niño.

– Si quieres que tu hijo sea voluntarioso, que te vea esforzarte por conseguir las cosas y no tirar la toalla a la primera dificultad, que vea que tú también te esfuerzas y no solo le exiges a él que se esfuerce.

– Si quieres que tu hijo coma sano, come sano. (Esto sí que nos va a costar a nosotros jajajaja, que somos más de la pizza y de la comida china… ¡uf! Bueno, intentaremos reducir al mínimo nuestros hábitos perniciosos).

– Si quieres que tu hijo sea feliz, ¡sé feliz! Ríe, ríe muchísimo, reíd juntos, jugad juntos, haced cosas divertidas e interesantes. Afronta los problemas con optimismo y no dejes que la rutina y el día a día minen tu felicidad (la de verdad, la del fondo de tu alma, no la de las apariencias y el postureo).

En fin, como veis hoy me he puesto filosófica… Me dejo muchas otras cosas, claro, pero estas son las que me parecen fundamentales. ¿Y vosotros qué opináis? ¿Qué comportamientos os parecen esenciales delante de un niño para contribuir a su desarrollo y a su educación desde pequeños?

¡Un abrazo a todos y a disfrutar de vuestros hijos!

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