Desde que charlo sobre ello con amigas que son madres, voy a las clases de preparación al parto, a fisioterapia del suelo pélvico o me voy aproximando más al momento y leo blogs o revistas sobre el asunto, cada vez me enfrento más a la expresión “parto natural”. No es que me guste demasiado la palabra natural porque me parece que está desvirtuada y que hoy en día se usa como sinónimo de sano de una forma totalmente engañosa en las campañas publicitarias (la cocaína, por ejemplo, es requetenatural y creo que ninguno de nosotros lo tomaría por algo sano) pero imagino que aplicada al parto es algo distinto. Cuando se usa en plan: “La naturaleza lo hace de este modo, y la naturaleza es sabia”, entonces me reconcilio un poco con el término. Si todos nosotros estamos aquí, existimos en este preciso momento, es por la acumulación de muchísimos partos naturales exitosos a lo largo de miles de años, los partos de nuestros antepasados, que llegaron a buen término y nos han permitido llegar hasta lo que somos hoy. Sin duda, eso merece un respeto. Ahora bien, la medicina moderna ha permitido que partos que antes acababan en tragedia (por ejemplo, la eventual colocación podálica del feto) hoy en día se puedan resolver de un modo exitoso, y eso también merece un respeto. Si no habéis visto la serie The Knick, os la recomiendo. Vaya tela para conseguir una cesárea, una intervención que hoy en día nos parece de lo más normal…
Fotografía: Photokappa en Flick, CC
El caso es que en ocasiones encuentro a otras futuras mamás que afirman sin ninguna duda que quieren “un parto natural”, otras que ya son madres que querían (y tuvieron o no tuvieron) “un parto natural”, y otras que me preguntan si soy o no partidaria de tener “un parto natural”. Pues la verdad, qué lío, no lo sé… No me atrevo a ser categórica en este asunto, prefiero aceptar lo que venga y tener la esperanza de que será lo mejor posible… Al fin y al cabo soy primeriza, y las primerizas parece que vamos de aquí para allá con la palabra INCERTIDUMBRE en la frente. Todo es un no saber, un conjunto enorme de dudas, y al menos en mi caso yo no me libro tampoco en el caso del parto. ¿Cómo puedo afirmar que no quiero epidural si jamás he experimentado el dolor de un parto? ¿Cómo puedo saber que no voy a decir que no, que no la quiero, y a la primera tanda de contracciones intensas la estoy pidiendo a grito pelao en mitad de una crisis nerviosa? Tal vez sería valiente por mi parte hacerlo, pero también un tanto ingenuo… Lo cierto es que suelo ser fuerte resistiendo el dolor, y en las clases y en fisioterapia me están dando herramientas para sobrellevarlo… Pero no veo la necesidad de sentirlo cuando la medicina pone herramientas a nuestro alcance para evitarlo.
Me encantaría ser tan fuerte y valiente como mis abuelas, que tuvieron 9 y 6 partos respectivamente y sin pisar un hospital, pero no sé si lo soy o no lo soy y me preocupa comprobar que no lo soy en el momento más inoportuno, es decir, cuando mi hija ya esté llegando al mundo.
Quién sabe, a lo mejor tengo suerte y tengo un parto rápido y cómodo sin puntos ni desgarros, de esos que apenas llegas al hospital de lo deprisa que dilatas y que no te da ni tiempo a que te pongan la epidural porque el bebé está ya llegando al mundo :D (a veces también sueño que me toca la lotería, ¿por qué no iba a tener esperanza con esto?) pero siendo realistas es muy difícil que esto ocurra en un primer parto, de modo que, aunque mi intención es aguantar sin ponerme la epidural el máximo tiempo posible para poder practicar las posturas con la pelota y las cuerdas que me han recomendado (y para ello no puedes llevar la epidural puesta porque no te sostienes en pie, simplemente) no voy a negarme a ella ni a ser categórica afirmando que yo tendré un parto natural, como si por más sufrir se fuese más madre, o peor, mejor madre. El método por el que el bebé llega al mundo, sea parto vaginal o cesárea, natural o anestesiado, sin o con instrumentación… No tiene nada que ver con ser buena o mala madre, solo tiene que ver con la vida y con traer a una criatura al mundo, y eso sí que es verdaderamente valiente y maravilloso. No sé cómo será mi parto ni cómo me sentiré después, pero sí sé que voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que sea lo mejor posible para mi hija. Como nos dicen en las clases preparto: “Soplar, soplar y soplar”.