La semana pasada abrieron un centro comercial en Palma, muy cerca de la zona donde viven mis padres y mis suegros; se llama Fan Mallorca Shopping. Como estaba muy saturado no fui cuando la apertura (tampoco hay que ir corriendo como locos, solo son tiendas, ¿no?) pero hoy sí que he ido un rato a mediodía, momento en el que estaba poco concurrido. Pues me he llevado una sorpresa muy agradable: además de que los ascensores están bien accesibles desde el aparcamiento y son amplios, y de que han puesto plazas de aparcamiento justo al lado que son específicas para familias que van con niños y carritos, hay dos salas de lactancia estupendas. ¡Me he emocionado tanto! Mirad qué buena pinta tienen:
La sala de lactancia se divide en dos estancias individuales, cada una de ellas con una butaca balancín y con animalitos en las paredes. Hay una sala en cada planta.
La sala se cierra por dentro y te quedas completamente sola con tu bebé, sin que nadie interrumpa la toma y sin ruidos.
Además tiene un cambiador y un lavabo. También hay un cambiador adicional en el vestíbulo, entre las dos salas de lactancia, para que si alguien va únicamente a cambiar un pañal no necesite ocupar una de las salas para ello.
Claro que una madre puede argumentar que en un centro comercial se le puede dar el pecho a un bebé en cualquier otro sitio y, que si a alguien le molesta, pues que no mire. Y por supuesto me parece bien, cada mamá decide lo que desea y lo prioritario sin duda es la alimentación del bebé. Pero yo soy muy retraída y no me gusta dar el pecho a mi bebé rodeada de gente que me mira o me cuestiona, con ruidos, distracciones… necesito intimidad y la niña necesita tranquilidad para concentrarse en hacer su toma, por lo que las salas de lactancia me parecen imprescindibles en cualquier sitio que se espere concurrido. En El Corte Inglés de mi ciudad hay una en la planta de niños, pero no está, ni mucho menos, tan bien como esta. Aquella es una sala general en la que hay dos butacas, un cambiador, una mesita con un microondas y un rincón de juegos para niños. También se agradece, claro, pero al final el acto de dar el pecho al bebé no es íntimo a no ser que tengas la suerte de estar sola (va y viene mucha gente a cambiar pañales), y subir y bajar por los ascensores de El Corte Inglés con el carro es un auténtico infierno, puedes tardar 15 minutos en conseguir subir a uno que no venga lleno. Esto de los carros y los ascensores de El Corte Inglés daría por sí mismo para otra entrada, parece que a la gente el pictograma ese que indica que los carritos tienen prioridad no les hace ni cosquillas, se abre la puerta, el ascensor está a tope, te ven ahí con el carro esperando para subir y se hacen los longuis mirando para otro lado para no tener que bajarse, con su buen par de piernas y unas preciosas escaleras mecánicas en todas las plantas.
La verdad es que a mí personalmente ya no me hace tanta falta la sala de lactancia como me hubiese hecho hace unos meses. Mi hija, ya con diez meses, tiene los ritmos de alimentación mucho más marcados y puede estar fácilmente períodos de cuatro o cinco horas sin comer, por lo que no tengo mucho problema en adaptar las compras a estos momentos, pero me ha hecho ilusión, porque, bueno, supongo que algún día nos animaremos a tener otro bebé y podré ir a comprarme algo de ropa que no me haga sentir horrorosa, sin tener que estar todo el tiempo enclaustrada en casa si el bebé es muy demandante como lo fue mi hija. Así podré gestionar mejor esos momentos postparto en los que tienes un bajón hormonal y te sientes horrible, y piensas que nunca jamás volverás a verte atractiva y que nada de lo que tienes en el armario te sienta bien… Me hace sentir un poco menos invisible e insignificante ver que alguien se ha acordado de la yo que era hace seis meses.
Además, más allá de mis necesidades personales creo que es muy importante para la lactancia materna y para el bienestar mamá-bebé que los centros comerciales modernos tengan salas de lactancia y que consideren a las madres lactantes seres con derecho a ir de compras, a pasear o a cenar en un restaurante como todo hijo de vecino (¡clientas, al fin y al cabo!), sin tener que elegir entre quedarse en casa recluidas porque el bebé mama muy a menudo o tener que dar el pecho en público, observadas y cuestionadas. Yo, por mi forma de ser, elegí la primera opción, y la verdad es que había veces en que me sentía muy agobiada y deprimida, todo el día sin salir.
¡Esta gente se ha ganado una clienta asidua! :P
Un abrazo a todas.