Bueno, hace ya días que no escribo una entrada porque no estaba en condiciones de escribir, pero por suerte puedo decir que he sobrevivido a una de las semanas más duras de mi vida… ¡Por los pelos! Y todo por culpa de una muela (aprovecho desde aquí para hacer un llamamiento a todas las embarazadas y mamás recientes para recordarles lo importante que es realizarse revisiones periódicas en el dentista :D). En 2012 me hicieron una endodoncia (lo que comúnmente se llama “matar el nervio”), por lo que yo ya consideraba que esa muela no volvería a dar problemas. Sin embargo, desde el principio quedé descontenta con el resultado final porque había un espacio muy grande entre esa muela y la de al lado, lo cual a la larga solo te da problemas porque es más difícil acceder a esos huecos para una higiene en profundidad. Así que hará 15 días empecé a sentir dolor nuevamente en la zona; yo daba por hecho que se trataba de la muela de al lado y que tendrían que hacerme una endodoncia también de ésa, pero cuando fui a revisión me dijeron que no, que la muela que me dolía y que estaba afectada era la ya endodonciada, que había “resucitado” porque por lo visto no mataron el nervio del todo bien por una raíz curva de difícil acceso, y que la única opción era arrancarla.
Dentista. Fotografía: Flickr
Había un poquito de infección y me mandaron antibiótico, amoxicilina 750, durante una semana, y el miércoles día 9 me dieron hora para la extracción (no es conveniente extraer una muela si hay infección). Hasta aquí todo más o menos normal, el dolor, aunque intenso, aún era relativamente soportable a pesar de que el paracetamol y el ibuprofeno no me hacían demasiado. Pero a medida que los días pasaban yo notaba cada vez más hinchazón y más y más dolor, me dolía al tragar, me dolía el oído… Y el martes día 8 fuimos de urgencias porque mi cara estaba totalmente deformada, me había tenido que automedicar con un opiáceo porque el dolor era enloquecedor (compatible con la lactancia, eso sí), y me dedicaba a ir por casa gritando y llorando, literalmente, sin saber qué hacer, ni cómo ponerme, ni poder pensar en otra cosa que en el terrible dolor que me dominaba. Siempre he pensado que el dolor de muelas es el dolor puro; un nervio pinzado a pelo, toma ya. Cuando el martes me vio la doctora, con toda la cara hinchada, se asustó bastante. “Esto ha empeorado muchísimo, el antibiótico no te ha hecho nada”. Así que bueno, una semana perdida sufriendo… Me tuvo que mandar otro antibiótico mucho más fuerte y cortisona, para ver si conseguían bajar la inflamación y drenar la infección lo suficiente para extraer la muela el jueves, como así finalmente fue (aún duele, pero ya no tiene nada que ver un dolor con el otro). Creo que el martes día 8 de marzo de 2016 puede pasar a mi historia personal como el peor día en lo que a salud se refiere (casi le alcanza la subida de la leche).
El caso es que probablemente os estéis preguntando: ¿Pero este blog no se llama Mamuchi? ¿Qué tiene que ver toda esta parrafada de tu vida con la maternidad? Pues que durante todo este tiempo horrible en el que quería morirme, no podía obviar el hecho de que era madre y de que mi bebé necesitaba mi cuidado y mis atenciones. Cualquier otra cosa puede ser aparcada, excepto un bebé. Y esto me ha creado tanta ansiedad que me ha hecho reflexionar mucho… Si te pones enfermo puedes llamar a tu trabajo y no acudir (de todas formas, ¿qué podría haber hecho en el trabajo un empleado en mi lamentable estado?), puedes anular una cita, puedes cancelar cualquier cosa, pero no puedes cancelar tu suscripción de por vida a la maternidad. Lo cierto es que me he sentido muy sola, muy perdida y muy agobiada; mi pobre niña haciéndome monerías y yo sin poder siquiera mirarla para corresponder su simpatía… ¡Me sentía tan mal! ¡Tan mala madre! ¡Pero me dolía tanto! Y tener que darle el pecho durante todo el proceso… tenerla sobre mí, haciendo su toma, y estar deseando soltarla para poder moverme por la casa a ver si el dolor era un poco más soportable… Es duro, la verdad, te sientes a la vez aprisionada y culpable por ese sentimiento tan feo. Saber que esa personita depende plenamente de ti, las 24 horas, estés como estés, que prácticamente no puedes ni ponerte enferma y quedarte en la cama hecha un cisco cuando lo necesitas… Hasta hace 4 meses yo me ponía mala estupendamente; ahora ya no sé hacer ni eso. ¡Vaya mami de pacotilla, Monstruito!
¿Y vosotras qué pensáis? ¿Habéis tenido también estos sentimientos encontrados durante vuestra maternidad? ¿Creéis que las madres siempre nos estamos sintiendo culpables y no deberíamos hacerlo?
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