Tenemos la suerte de que nuestra pequeñaja es una niña que llora bastante poco, pero también es cierto que en cuanto remuga un poquito hay alguien dispuesto a cogerla en brazos: papá, mamá, abuelos, padrinos, tíos… Un sinfín de gente que está deseando achucharla y a nosotros nos parece bien. No nos va mucho eso de “se va a malacostumbrar” o “ya verás como luego, cuando pese, no puedas soltarla”, si la niña llora porque quiere que la cojan y hay alguien que está queriendo cogerla, ¿por qué complicarse? Crecerá más rápido de lo que pensamos y ya no querrá que la cojamos en brazos, así que vamos a aprovechar ahora y ya pasarán cosas más adelante.
Pero sí que es verdad que el tema del sueño ha sido complicado precisamente por eso, porque la niña se acostumbró a dormirse en brazos. Debo decir, sin embargo, que el motivo por el que la niña se acostumbró a dormirse en brazos fue porque se dormía al pecho durante las tomas y eso era inevitable. Se relajaba, estaba ahí a gustito en brazos de mamá y hala, se dormía; de hecho, estuve preocupada durante un tiempo, cuando tenía 2 o 3 meses, porque cada vez costaba más que se durmiera y temí que solo fuese capaz de dormirse en la teta (por si no bastaba que dependiese plenamente de mí para alimentarse, que también dependiese para dormirse). Todos mis temores fueron infundados, por suerte. Se seguía durmiendo mucho al pecho, pero también se dormía bien cuando su papá la cogía y ea ea ea. Ese era el problema, de hecho, que para dormirla por las noches y que no fuese al pecho no bastaba con sostenerla en brazos y acunarla, había que menearla y pasearla por la casa arriba y abajo. Admito que es un suplicio, especialmente cuando se pasaba de rosca (es decir, cuando tenía tanto sueño que no se podía dormir) y había que pasearla durante más de media hora, ahora que ya pesa lo suyo.
Por eso, cuando la semana pasada conseguí 4 o 5 noches seguidas que se durmiera en brazos pero sin tener que pasear ni menear, me pareció un triunfo enorme. Nos poníamos en la cama con muy poquita luz, yo cómodamente sentada con la espalda apoyada en la cabecera y ella sobre el cojín de lactancia, únicamente apoyando su cabecita sobre mi antebrazo. Y ahí empezaba a acariciarme la cara, a hablar a su manera, a quitarse y ponerse el chupete, a ir cambiando de postura… Supongo que le resultaba relajante y, al final, metía la cabeza entre mi pecho y mi brazo (vamos, en la axila) y se quedaba dormida sin haberla siquiera movido, totalmente quieta. La diferencia entre dormirse de este modo y dormirse en nuestros brazos, de pie y caminando, es enorme… Yo ni siquiera hacía fuerza para sostenerla porque todo su peso estaba sobre el cojín.
Y, por si este salto cualitativo no fuese suficiente, llevamos otras dos noches que no nos lo podemos creer: se ha dormido solita, en su minicuna. Su papá no era muy partidario (más que nada porque daba por hecho que no funcionaría) cuando le sugerí dejarla en la minicuna y marcharnos, a ver qué ocurría. No soy partidaria de métodos tipo Estivill, no quería dejarla llorar, así que la pusimos en su cuna con muy poquita luz y con una muñeca blandita apretadita en un lateral de su cuerpo, y nos fuimos con la determinación de volver en cuanto viésemos que se ponía nerviosa. Mientras ella estaba ahí nosotros íbamos cenando y la mirábamos con el vigilabebés. Pues bien, se dedicó a hablar, a quitarse y ponerse el chupete, a acariciar a la muñeca… Y tan tranquila, sin llanto, sin angustia. En cuanto se le caía el chupete y ya no lograba encontrarlo entonces iba alguno de nosotros inmediatamente y se lo ponía para que supiera que estábamos ahí, que no estaba abandonada. La primera noche, una de las veces que fui a ponerle el chupete la vi cerrando los ojitos; le puse una mano tranquilizadora sobre el pecho y se durmió sin más, ¡como por arte de magia! Y la segunda noche, es decir ayer, ya no hizo falta. Una de las veces que le pusimos el chupete cogió su postura de dormir (con la cabecita girada hacia el lado tupido de la minicuna para que no le moleste la luz) y ahí se quedó, durmiendo tan feliz… Sin un llanto, sin un berrinche…
La verdad es que casi no nos lo podemos creer, llevamos 6 meses durmiéndola en brazos y en cuestión de menos de 10 días el asunto ha cambiado radicalmente… Supongo que no serán todas las noches iguales, habrá días en los que habrá que volver al viejo método si está más irritable, o más necesitada de bracitos por cualquier cosa… Pero me siento muy feliz, sin haberle negado los brazos, sin haberla hecho llorar, parece que se va adaptando a un patrón de sueño que para nosotros es fenomenal y que nos permite volver a unas rutinas normales.
Me pregunto si los métodos de “enseñar a dormir” dejando llorar al bebé no acabarán funcionando simplemente porque el bebé iba a evolucionar de este modo sin intervención nuestra… Y al final, el método se apunta un tanto, cuando en realidad se trata simplemente de evolucionar, de tener la certeza de que los padres están ahí y de que se puede dormir tranquilo. Es decir, los niños no necesitan aprender a dormir, ya saben dormir, simplemente a medida que vayan creciendo se irán adaptando a un patrón de sueño más adulto y más cómodo para toda la familia (ni mejor ni peor para el bebé, solo más cómodo para nosotros). Pero creo que no hay que forzarlo ni hacer que el niño pase malos ratos, cuando llegue llegará.
Ya os iré comentando qué tal sigue la cosa, de momento, soy la madre más happy sobre la faz de la Tierra.
Un abrazo a todas.
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