No paro de leer en las últimas semanas artículos acerca de padres (bueno, principalmente de madres) que se arrepienten de haber tenido hijos. No sé si esos artículos estaban ahí y yo no les había prestado atención o es que ahora hay una especie de boom que ha puesto el tema en la picota. Sea como fuere, le he dado muchas vueltas en mi cabeza y me apetece reflexionar sobre ello por escrito, así que voy a aportar mi granito de arena. Seguramente diré algunas tonterías y la reflexión estará un poco desordenada; espero que me perdonéis por ello, es simplemente lo que siento con respecto a este asunto y no quisiera ofender a nadie.
¿Es la maternidad una decisión impulsiva?
Mi pareja y yo no hemos dudado jamás de que queríamos ser padres. Yo lo he sabido desde siempre, ha sido algo que no cuestionaba en mi fuero interno, y él de la misma manera. Hasta tal punto es así que hemos hablado en más de una ocasión que, si uno de los dos no hubiese deseado tener hijos, la relación habría tenido que finalizar por muy doloroso que esto fuera. Habrá quien lo considere una exageración o algo irrealizable. A mí, desde luego, la decisión de tener o no tener hijos me parece tan importante que no se debería ceder ni por un lado ni por el otro. Por mucho que ames a tu pareja, ¿podrás ser feliz sin tener hijos porque él o ella no lo desean? ¿Puedes renunciar a algo así? Quizá los primeros años sí, porque estés muy enamorado y creas que compensa, pero con el paso de los años puede que lo veas de otro modo y que te gustara volver atrás, cosa imposible.
Por el contrario, si tú no los deseas y tu pareja sí, ¿vas a hipotecar tu vida por algo que preferirías no tener? Solo tienes una vida, no tienes más, debes vivirla como desees. Es probable que en este grupo estén la mayoría de los arrepentidos: personas que han tenido hijos solo por contentar el deseo de su pareja. Esto, a la larga, tiene que generar una gran insatisfacción. Porque por mucho que ames a tu pareja y quieras que sea feliz, la llegada de ese hijo solo deseado por ella os separará. Llegarán los celos, el “le haces más caso al niño que a mí” y un sinfín de reproches inesperados que socavan cualquier relación, por sólida que fuera. Así, claro, es fácil ver al niño como un ser que ha venido a destruir la vida maravillosa que antes tenías.
O a lo mejor no lo haces por contentar a tu pareja, sino a la sociedad y a la familia (tantos abuelos cuyo sueño es ser abuelos… y eso requiere que un hijo tenga hijos, le gusten o no). Creo que demasiadas personas hacen cosas porque se supone que es lo que hay que hacer. Basta ver las redes sociales para entender hasta qué punto nos importa el qué dirán: hay quien lo comparten TODO de su vida (todos nosotros tenemos en nuestras redes a gente así, ¿verdad?) hasta el más mínimo detalle, lo que comen, dónde están, la ropa que visten, lo que compran y, por supuesto, en el caso de la maternidad, el predictor, su primera ecografía (y siguientes), la evolución de sus barrigas de embarazo, el parto, las primeras papillas… vamos, que más que una red social pareciera una retransmisión de vida en directo. ¿Para qué hacen esto? Mi opinión personal es que es una cuestión de vanidad: lo hacen simplemente para recibir comentarios halagadores y “me gusta”, aunque para ello tengan que comprometer su intimidad. Y esto del qué dirán ha importado desde siempre, también cuando no había redes sociales.
Así las cosas, es fácil seguir la corriente y quedarse embarazada porque estás conviviendo en pareja desde hace unos años, o casada, y lo siguiente que toca es el bebé, como todo el mundo se encarga constantemente de recordarte cuando cumples los 30 (o te acercas a ellos, y ya ni os cuento cuando los cumpliste hace unos años) con esa frase tan simpática de “se te está pasando el arroz” (en serio, ¿puede haber una frase más desagradable y mundana para referirse al hecho trascendental de tener hijos?).
Pero dejarse llevar en este sentido me parece un grave error. Incluso queriendo con todas tus fuerzas tener hijos, incluso sabiendo desde siempre que lo deseabas y sin resquicio de dudas, cuando tu hijo llega al mundo es como si te diesen una bofetada de realidad apabullante y te dijesen: “Eh, este ser depende de ti, si no le alimentas y le cuidas las 24 horas del día, morirá”. Recuerdo que justo antes del parto soñé que había tenido a la niña muy rápido y que después nos habíamos ido a casa, dejándola olvidada en un pasillo del hospital. Me acordaba de la niña muchas horas después y, al volver, nadie la había cuidado (ni enfermeros, ni médicos…) y estaba a punto de morir de hambre, se había quedado en los huesos y yo le veía las costillas y los pellejitos y me sentía terriblemente culpable. Creo que este sueño muestra claramente el miedo que tenía de no ser capaz de cuidar bien a mi hija y de no adaptarme a mi nueva vida y, de hecho, los primeros meses en efecto fueron muy duros.
Por eso puedo llegar a entender que una madre diga: “Me he equivocado, esta no es la vida que yo quería”, no la juzgo ni la critico. No me parece ni antinatural ni aberrante, es más, me parece natural que haya muchas madres que se sientan de este modo cuando la decisión de ser madre se asienta en muchos casos sobre pilares endebles. Yo misma hay días que me siento muy limitada por el cuidado de mi hija, aunque me lo intento tomar con filosofía diciéndome que es algo pasajero, porque la niña crece que se las pela y antes de que me quiera dar cuenta estará empezando el colegio (:’(). Por eso defiendo la maternidad como decisión meditada y no impulsiva, y como decisión propia y no de otros.
¿Cuándo se da cuenta alguien de que no debería haber tenido hijos?
Es curioso que la mayoría de madres arrepentidas cuyo testimonio he leído no tienen un solo hijo, sino dos o incluso tres. Y digo que es curioso porque me pregunto: ¿cuándo te das cuenta de que tener hijos no era una buena idea para llevar la vida que deseabas? ¿No te bastó un primer hijo para comprender que era para siempre y que sus necesidades inminentes dejaban tus propias necesidades en segundo plano? ¿O es que te dejas llevar, tienes un par de hijos, y solo años después te pones a reflexionar sobre si ha sido una buena idea?
A mí me resulta muy chocante… Quizá es que una madre se arrepiente más adelante y yo, el día de mañana, me veo también deseando que mi hija no hubiese nacido (solo de escribir eso me siento tan mal, me parece tan atroz y me duele tanto, que se me encoje el corazón, pero nunca se sabe cómo le cambia a uno la mente con los años…). ¿Es desear que un hijo no haya nacido lo mismo que desear su muerte? En cierto modo, sí. Me explico. No nacer, como morir, es la no existencia, la nada. Claro está que no amamos a esos hijos hipotéticos que podríamos haber tenido pero no nacieron, y sí que amamos a aquellos que han nacido, nos arrepintamos de ello o no. Supongo que las madres arrepentidas piensan en volver atrás, a un punto de arranque previo a la concepción, y poner ahí una barrera que impida que ese espermatozoide fecunde su óvulo y aquí no ha pasado nada. Seguro que todas las madres tenemos momentos de desesperación en los que eso se nos pasa por la cabeza, momentos en los que nos vemos superadas y sentimos que sería mejor cerrar los ojos y que de repente no hubiese ningún niño llorando, ni despertándose cada hora por la noche, ni corriendo por toda la casa a la par que la desordena en cuestión de segundos. Pero de ese pensamiento impulsivo y de puro cansancio a una opinión real, serena y meditada media un océano.
No es una cuestión de buscar culpables, aunque está claro que si de culpabilidad se trata, los hijos no tienen ninguna, pues no hay nada más involuntario en la vida que ser engendrado y venir al mundo. Cuántas veces le habré dicho yo a mi madre en mitad de una discusión: “¡Yo no pedí que me trajeras al mundo!”. ¿Y si mi madre, en una de estas, me hubiese respondido: “Y yo me arrepiento de haberte traído”? ¡Qué devastador!
En los artículos que he leído dicen que afirmar que te arrepientes es un tabú y que poco a poco la gente se va atreviendo a confesarlo. Me pregunto si estos padres que declaran abiertamente arrepentirse de haber tenido hijos en una entrevista se han parado a pensar en que, tarde o temprano, sus hijos serán adultos y recibirán como tales esta información. ¿Te plantarías ante tu hijo, de 20 o 30 años, y le dirías: “Me arrepiento de haberte tenido”? ¿Y esperas que la relación siga como si tal cosa? Es como decirle a tu pareja: “Me arrepiento de haberme casado contigo, has cortado mis alas, si hubiese seguido soltera habría sido mucho más feliz porque habría podido hacer todo lo que hubiera querido sin tener que estar pendiente de ti y de tus necesidades”. ¿Crees que la relación seguiría como si nada? Yo creo que no, creo que decirle algo así a tu pareja, o que tu pareja te lo diga a ti, hace demasiado daño como para pasarlo por alto. Hay que medir siempre lo que se dice, evaluar si nuestras palabras van a hacer daño, ponerse en la piel del otro. Por supuesto que es importante la honestidad, pero una honestidad siempre pensando en construir algo, en decir lo que se piensa y lo que se siente para mejorar, para evolucionar, para restañar una herida… pero no para crearla.
Ahora que no soy una niña, que soy una adulta y que a mi vez soy madre, pienso que si mi madre, en su fuero interno, se arrepintiese de haberme tenido, yo preferiría que no me lo dijera nunca, porque me haría daño como hija y como madre. ¿Es egoísta por mi parte? Ciertamente no sé si es más egoísta por mi parte no querer saberlo o por parte de ella decirlo. No creo que jamás me arrepienta de haber tenido a mi hija, aunque mi vida esté totalmente condicionada por su existencia, lo tengo asumido y lo deseo, quiero adaptarme a ella y a sus necesidades para ayudarla a crecer como un ser humano completo y feliz. Pero si alguna vez se me pasa algo así por la cabeza, desde luego no le haré daño con semejante confesión, ni tampoco le diré que se le pasa el arroz o que ya va tocando el nieto. Que decida libremente como hice yo.