Toda madre que amamanta teme el día en que alguien ponga en duda su capacidad para alimentar a su bebé. Los peligros están por todas partes y suelen proceder de las personas mejor intencionadas, aquellas que desean lo mejor para el niño: familiares, amigas o incluso profesionales de la salud desactualizados… tarde o temprano, alguno de ellos, o varios, te dirá algo como: “Tu leche no le alimenta, no es de buena calidad”, “No tienes suficiente leche” o “La niña se queda con hambre, dale un biberón”. Lo dicen como si tal cosa, como comentarían el parte meteorológico de la tarde, sin ser conscientes, imagino, del efecto demoledor de sus palabras. Y lo peor es que es probable que los hechos inmediatamente posteriores vengan a reforzar sus ideas y a hacer que se apunten un tanto de esos de la miradita de “¿Ves como yo tenía razón?”. Porque la ansiedad que te genera su actitud dispara la adrenalina, hormona del estrés y del miedo, y la adrenalina machaca literalmente la oxitocina, como explica Carlos González en su libro Un regalo para toda la vida. Cuando la adrenalina circula por nuestro torrente sanguíneo, la oxitocina, hormona del amor y del placer, se esconde. Sus efectos son antagónicos, y la oxitocina es esencial para que se produzca la bajada de la leche cuando el bebé mama. Así que es normal que si nos provocan este estado de tensión la leche no acabe de fluir hasta que nos relajamos. Alguna vez yo misma me he autoinducido esta tensión: al ver que la niña se enfadaba con el pezón porque estaba nerviosa, tenía gases o la postura, sin darme cuenta, era incorrecta y no podía succionar bien (o quizá una crisis de lactancia, que también podría ser), me daba por ponerme a llorar y ya era el acabóse. Aún ahora me pasa a ratos, pero estoy intentando respirar hondo y apartar la ansiedad a un lado, como hice en el parto.
Por suerte mi pareja está conmigo en esto al 100% y es el que se encarga de las miradas asesinas cuando un familiar insinúa lo más mínimo en ese sentido. Y ha sido duro llegar hasta aquí, a pesar de que solo han sido 5 semanas, porque incluso la pediatra (ella más que nadie, de hecho) me ha hecho sentir incapaz. En la segunda semana de vida la niña engordó 140 gramos (había recuperado el peso de nacimiento más o menos a los 10 días, perdió bastante, 235 gramos sobre los 3225 que pesó). Para la doctora, 140 gramos en una semana era poquísimo, 20 gramos al día era nada y tenía que engordar mínimo minimísimo 25, pero mejor si engordaba más. Luego yo me he estado informando y he visto que los bebés alimentados con leche materna engordan distinto a los alimentados con fórmula, que las tablas generales que se usan muchas veces son para bebés de estos últimos y de los años 80, y que por tanto no deberían usarse como aplicación general. Además, la OMS indica que un bebé engorda entre 100 y 200 gramos a la semana en los primeros 4 meses. Pero el caso es que la pediatra me asustó, y lo que es peor, me hizo sentir mala madre. Mala madre por obcecarme con darle el pecho y que, por mi culpa, la niña estuviese cogiendo poco peso. Qué sentimiento tan terrible… no lo dijo directamente, no se atrevió, pero en el aire flotaba algo así como “Si le dieras un buen biberón no estarías así”, y me dijo que le suplementara con mi propia leche, que la niña no tenía fuerza para succionar. Nosotros le mostramos la tetina que habíamos comprado, la Calma de Medela, y dijo que para nada, que eso era muy duro y que la niña no podía tomar de ahí, que era un sacadineros y que teníamos que usar un biberón convencional, que no interferiría para nada en el agarre al pecho (mentira, sí que interfieren biberones convencionales y chupetes, lo he comprobado con el chupete). Así que nos fuimos a por una de Avent más convencional que la Calma, la Natural (creo que nos gastamos casi 15 euros en la farmacia y aún no la hemos usado) y empecé a sacarme leche con el extractor para darle 30 o 40 mL de suplemento cada 3 horas (puntualmente, pues parece ser que esta pediatra no es nada partidaria del “a demanda”). Incluso nos hizo hacer una prueba para ver cuánto mamaba en 30 minutos, pesándola antes y después, y fueron unos 40 gramos y que eso no era nada, que al menos 90.
Tetina Calma de Medela para suplementar a un bebé con leche materna o para que le dé la toma otra persona con leche extraída cuando tú no estás. Estoy muy contenta con el resultado de la misma porque no interfiere nada, aunque al bebé al principio le cuesta adaptarse.
No sé cuántos días estuvimos así, suplementando 30-40 mL. la verdad es que muy pocos, quizá ni llegó a 2 y no de forma regular (y además con la Calma de Medela, que la niña succiona de ahí que da gusto, se toma la leche estupendamente, así que aunque cara para mí vale la pena). Luego durante otro par de días suplementamos esporádicamente, si se dormía muy pronto al pecho y nos daba la sensación de que había comido poco, y luego ya nada. Dejamos de suplementar biberones con mi leche porque era incómodo y engorroso, y porque yo tenía la impresión de que la niña cada vez iba mamando de forma más eficaz y sacando más cantidad. Por supuesto no le dimos cada 3 horas, sino cuando vimos que tenía hambre. El caso es que cuando le tocó la revisión del mes, había engordado 300 gramos en los últimos 10 días, es decir, 30 gramos por día. La pediatra tenía cara de: “¿Veis como había que suplementar con biberón?” y nosotros pensábamos: “Si tú supieras…”. Alguna vez más hemos usado algún otro biberón, cuando a mí me da por llorar y por pensar que efectivamente no tengo leche o que la niña no sabe sacarla, pero muy poco. Sí que hemos hecho alguna suplementación con jeringa, cosa que nos ha ido bastante bien para mejorar la succión y el estado de alerta del bebé, pero esto ya os lo comentaré en otra entrada.
Así que de momento ahí seguimos, lactancia materna exclusiva contra viento y marea, aun con brotes de crecimiento y falta de apoyo a nuestro alrededor. Puede ser que un día no pueda seguir, que psicológicamente me encuentre demasiado estresada, o agotada, y decida tristemente dejar de dar el pecho para pasar al biberón. Pero en ese caso será mi decisión, una decisión propia, personal e incuestionable, no basada en los prejuicios y en la opinión de aquellas personas que opinan desde la ignorancia y que no están ahí a las 24, las 2, las 4 o las 6 de la mañana, cuando tú, cansada y ojerosa, te preparas en la cama para dar de mamar a tu bebé y cabeceas con él en brazos durante una hora deseando que llegue el momento de volver a arañar otra horita de sueño.
¿Y vosotras qué opináis? ¿Habéis decidido dar el pecho y os habéis encontrado comentarios y mitos como estos? ¿Habéis preferido lactancia artificial por vuestras circunstancias personales? Un abrazo a todas.
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