Como ya os comenté en una entrada previa, el 4 de mayo tuve mi ecografía de las 12 semanas. En principio está todo correcto, aunque ahora estoy a la espera del cribado bioquímico, que son los resultados de la analítica de sangre que me darán el lunes que viene, día 11 de mayo. Según las dimensiones del feto en la ecografía estoy de 13+1 (es decir, 13 semanas y 1 día, ¡cómo afinan! ¿no?) aunque por última menstruación es teóricamente de 12+6. Mide 70,7 mm desde la rabadilla al cráneo y la cabecita 24,7 mm. También le han mirado otras cosas, como la presencia del hueso nasal y algo así como el doppler del ductus venoso, que no tengo ni idea de lo que es pero que a su lado lleva en el informe un tranquilizador “normal”.
Sin embargo, considero que el ginecólogo que realizó la ecografía tuvo poco tacto cuando comentó la medida del pliegue nucal. Dijo: “Hmm, no es grueso, pero tampoco es que sea pequeño…”, así como con una cara rara, y a mi pareja y a mí nos creó tanta ansiedad con ese comentario y especialmente con el modo en que lo dijo, que ya estuvimos el resto de la ecografía sin disfrutar tanto como deberíamos haber disfrutado. El valor fue de 2,09 mm. En realidad es un valor dentro de la normalidad, porque la ginecóloga nos comentó ayer que hasta 2,8 mm a las 13 semanas es un valor perfectamente adecuado, y que tenemos que tener en cuenta que hablamos de dimensiones muy, muy pequeñas, decimales de milímetros, y que además no solo se mira ese valor sino otros parámetros, como lo que os decía del hueso nasal y del doppler y los resultados del análisis bioquímico.
Sin embargo, la ansiedad quedó ahí, en el aire, y me he dado cuenta de que darle demasiadas vueltas a las cosas en este asunto es muy negativo, y que ahora tengo unas preocupaciones que ni siquiera sabía que podían existir. Imagino que esto es lo normal en el embarazo. Antes de él hay una especie de hoja en blanco, un montón de ignorancias que no son ni inquietudes, porque no sabemos ni que existen. Y de pronto te dicen “traslucencia nucal” y ya sabes lo que es, sabes que existe, te pones en guardia, y una palabra hasta entonces escondida y remota en las páginas menos usadas del diccionario pasa a formar parte de tu vocabulario habitual como si hubieses nacido sabiéndola (voy a empezar a abreviarlo como “traslu”, por aquello de la confianza). Y hala, con estas nuevas ansiedades, vocabulario y preocupaciones, es como te das cuenta de que ya estás metida de lleno en esta vorágine de crear una nueva vida en pleno siglo XXI.
¿Y vosotras que opináis? ¿Creéis que en torno al tema del embarazo y de los controles habituales se crea una ansiedad excesiva e innecesaria? ¿O que se trata algo justificado?
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